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El proceso de desarrollo de una adicción conlleva una serie de cambios en la vida de la persona que son progresivos. Estos cambios se van a producir en el mundo “exterior” donde se desenvuelve, principalmente el trabajo, las relaciones con familia y amigos, costumbres cotidianas, atención a las demandas del mundo, etc. Pero también van a producirse unos cambios en su “mundo interior”, su claridad emocional, sus principios, ilusiones de futuro, motivación, forma de pensar y sensibilidad emocional o capacidad de actuar de forma proporcional en base a su “sentir” al vivir el día a día.

En este texto explicaremos resumidamente el proceso por el cual se va a produciendo una mayor fragilidad emocional o dificultad para tolerar el malestar. Lo que a su vez que conlleva un incremento de la conducta adictiva. Esta es solo una de las repercusiones entre otras tantas que va a conllevar el circulo “vicioso” que promueve la adicción. Siempre de forma inconsciente, habida cuenta, de que la persona que lo desarrolla al estar bajo los efectos del bienestar “artificial” que provoca la conducta adictiva no acierta a percibir la relación causa-efecto entre el consumo y las consecuencias y problemas que se producen con demora en el tiempo.

La dificultad para tolerar el malestar, es un proceso que tiene su origen en una primera fase en la que la persona añade a su vida la conducta potencialmente adictiva (p.ej. juegos de azar, alcohol o cocaína) experimentando en su organismo el placer y bienestar de una forma fácil y cómoda. Tal es así que empieza a encontrar con el paso del tiempo una forma diferente de enfrentar el malestar cotidiano que se deriva de vivir. La resistencia que todos los seres humanos desarrollamos de forma no-consciente ante los problemas, malestar y sufrimiento es el resultado de una exposición interna en actitud de aceptación al sufrimiento a la par que se promueven iniciativas orientadas a “ayudarse” a sobrellevar el malestar. Nuestro cuerpo es sabio. Y si se le permite el espacio de tiempo y un ambiente psicológico y externo favorable para asimilar un estado de sufrimiento finalmente encuentra su equilibrio.

El problema que conlleva la adicción es que con el paso del tiempo, se desplaza el mecanismo normal de desarrollo de la “resistencia emocional o tolerancia al malestar” para usar en su lugar el “placer” del alcohol, cocaína, cannabis, apuestas, etc. Como decíamos antes, en una primera fase la persona mantiene la inercia de la fuerza desarrollada durante años para “tolerar el malestar” y “hacerse resistente” pero progresivamente se abandona y deja de estar “actualizado” por el desplazamiento hacia el uso de la conducta adictiva. Con el trascurso del tiempo, la persona puede manifestarse incluso como más “insensible” al malestar mientras se continua cronificando la adicción y repercutiendo en los diferentes aspectos de la vida de la persona.

En una tercera fase, conforme se van produciendo alteraciones en el sistema nervioso y se incrementan los problemas en la vida de la persona, va dando paso a un estado emocional que puede denominarse de “hipersensibilidad”. Atrás quedaron los primeros años en los que se experimentaba gran satisfacción, bienestar, resistencia o insensibilidad al malestar, para dejar pasar a un estado de fragilidad que da paso si no cesa la adicción al descontrol emocional y una incapacidad clara para tolerar el malestar.

Todo este proceso ocurre paralelamente al desarrollo de una creencias “no conscientes”, en psicología denominadas “metacreencias” que básicamente tienden a considerar que el malestar interno o las preocupaciones son “peligrosas”. Esta forma de pensar incrementa que el adicto caiga en desesperación ante el malestar interno hasta el punto de llegar a la desesperación, crisis de ansiedad, depresión, mayor consumo para el alivio del sufrimiento, etc., Se enumeran a continuación:

  1. Sentir cierto tipo de cosas es malo.
  2. No ser capaz de controlar las emociones es un signo de debilidad.
  3. Debería controlar mi malestar todo el tiempo.
  4. Examino mis pensamientos constantemente.
  5. Estar preocupado me ayuda a evitar problemas y a resolverlos.
  6. La adicción me ayuda a no estar mal.
  7. Estar con ansiedad es peligroso.
  8. El malestar va a ir a peor.
  9. No puedo ignorar los pensamientos que me vienen a la mente y me siento peor.
  10. Cuando me empiezo a preocupar, no puedo parar y me siento peor.
  11. Los pensamientos que me preocupan no se van por mucho que yo haga para pararlos.

Quiero controlar lo que pienso y siento

Es complejo poder describir lo que ocurre y percibir los mecanismos por los cuales la propia persona puede contribuir sin “darse cuenta” a perjudicarse más y más.

El resultado final es un estado de gran fragilidad que hace más dependiente al adicto del consumo para no “sufrir” sus propias emociones que son muy intensas ante cualquier eventualidad. A lo que se le añade el desconocimiento que puede hacer que se “asuste” de su propio malestar anticipando que va a ir a peor propiciando así “mas de lo mismo”.
En otros casos, la persona puede caer en el error de atribuir el malestar que experimenta con tanta intensidad a los acontecimientos externos o personas, lo cual supone un mayor estado de caos que finalmente se volverá contra el propio adicto, llevandolo a consumir más y más y por tanto incrementar su vulnerabilidad emocional.

En los tratamientos actuales, una vez controlado el consumo, se promueve el entrenamiento en habilidades para recuperar “la resistencia emocional”. En clínica Olivencia se lo mostramos.

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